Como prometía en mi post anterior , el siguiente instrumento que se merece un homenaje es la flauta dulce.
Toda una generación de españolitos tuvo en sus manos una flauta dulce durante su infancia, y muchos llegaron incluso a tenerla entre sus labios, pero hay que reconocer que el éxito pedagógico de la flauta fue nulo.
La cosa empezaba allá por tercero de EGB donde el primer día de clase, además de los libros de Sociedad ( algún día habrá que reflexionar sobre el porqué del nombre de la asignatura donde se hablaba de todo menos de la Sociedad), se exigía que compraras una flauta para la clase de música.
Si tenías un hermano mayor heredabas la suya, que casi inveitablemente había perdido parte del color pero ganado en materia orgánica a lo largo de su interior; la boquilla estaba mordida de extraerla con los dientes y la funda naranja estaba rajada pero los padres siempre podían hacer un apañito con un poco de celo dejando la funda ‘como nueva’.
Si la comprabas nueva, descubrías que las flautas nuevas venían en una funda naranja brillante y que además tenían un cepillito , como de limpiar probetas, para limpiar su interior que obviamente se acaba perdiendo o tirando a la basura por lo poco higiénico del mismo que lo asemejaba más a una escobilla del water. Por ello, y aun siendo una persona cuidadosa, al primer mes de clase tu flauta empezaba a acumular mierdecilla negra en las comisuras de la flauta y a pesar de escobillas, trapos y limpiezas exhaustivas de la madre, cuando se la pasabas a tu hermano, llevaba restos biológicos suficientes para incriminarte en la muerte de Manolete. Con estas flautas, los CSI no hubieran necesitado pruebas de cromatografía ni luces azules.
Sí, no nos engañemos, la mierda era el resultado de soplar como becerros por la boquilla desprendiendo saliva suficiente para regar los Monegros. Y qué olor más ácido... DIOSSSS!!!
Las etapas posteriores al aprendizaje o mejor dicho al fracaso de la enseñanza de la flauta, tras darte cuenta que aquello no era lo tuyo eran invariablemente:
1._ pasar del repertorio y dejar de tapar los agujeritos, soplando en modo hooligan sin tapar ningún agujerito desprendiendo si cabe más saliva
2._ experimentar soplando y pasando a mucha velocidad las manos y dedos por los agujeritos, fundamentalmente no tapando el de atrás que era el que aseguraba que saliera una escala decente. Mi teoría es que las raices del chill out en España hay que buscarlos en esta etapa y gracias a no tapar el agujero de atrás de a flauta
3._ desmontar la flauta , y empezar a soplar por detrás , aspirar en vez de soplar o cosas parecidas para acabar rasgando la funda naranja y tirando el conjunto junto al belén.
El gran fracaso de la flauta dulce sin embargo no hay que buscarlo en la nula sensibilidad musical delos niños hispanos sino en lo equivocado del repertorio: Primer mes, la escala y como derivación de la misma la canción de sonrisas y lágrimas, que te aseguraba el estrellato ante abuelas y padres el día de Nochebuena; el segundo mes una nana conocida popularmente como la ‘Mimi Sol’ por las notas con las que comenzaba. Esta es la canción de cuna de Schubert, muy aburrida, y que tenía una segunda parte donde aparecían complicaciones con cambios rápidos de dedos y destape del dedos alternativos que la hacían inviable para el común de los infantes españoles. Esta fue la parte en la que muchos pasamos a la etapa de desmontaje de la flauta.
Por último, si hay una canción paradigmática de la flauta dulce en España, esta es el villancico conocido como ‘El tamborilero’. Este villancico aseguraba media gala de Navidad en los colegios españoles: vestías a la mitad del colegio de pastores, les dabas la flauta y a freir a los padres del resto de alumnos con el villancico de marras. Obviamente, la afinación de una clase de 4º de EGB , cada uno con su flauta y la boina del abuelo del pueblo para asegurar el disfraz de pastor, era parecida a la de la banda de cornetas de la legión.
Toda una generación de españolitos tuvo en sus manos una flauta dulce durante su infancia, y muchos llegaron incluso a tenerla entre sus labios, pero hay que reconocer que el éxito pedagógico de la flauta fue nulo.
La cosa empezaba allá por tercero de EGB donde el primer día de clase, además de los libros de Sociedad ( algún día habrá que reflexionar sobre el porqué del nombre de la asignatura donde se hablaba de todo menos de la Sociedad), se exigía que compraras una flauta para la clase de música.
Si tenías un hermano mayor heredabas la suya, que casi inveitablemente había perdido parte del color pero ganado en materia orgánica a lo largo de su interior; la boquilla estaba mordida de extraerla con los dientes y la funda naranja estaba rajada pero los padres siempre podían hacer un apañito con un poco de celo dejando la funda ‘como nueva’.
Si la comprabas nueva, descubrías que las flautas nuevas venían en una funda naranja brillante y que además tenían un cepillito , como de limpiar probetas, para limpiar su interior que obviamente se acaba perdiendo o tirando a la basura por lo poco higiénico del mismo que lo asemejaba más a una escobilla del water. Por ello, y aun siendo una persona cuidadosa, al primer mes de clase tu flauta empezaba a acumular mierdecilla negra en las comisuras de la flauta y a pesar de escobillas, trapos y limpiezas exhaustivas de la madre, cuando se la pasabas a tu hermano, llevaba restos biológicos suficientes para incriminarte en la muerte de Manolete. Con estas flautas, los CSI no hubieran necesitado pruebas de cromatografía ni luces azules.
Sí, no nos engañemos, la mierda era el resultado de soplar como becerros por la boquilla desprendiendo saliva suficiente para regar los Monegros. Y qué olor más ácido... DIOSSSS!!!
Las etapas posteriores al aprendizaje o mejor dicho al fracaso de la enseñanza de la flauta, tras darte cuenta que aquello no era lo tuyo eran invariablemente:
1._ pasar del repertorio y dejar de tapar los agujeritos, soplando en modo hooligan sin tapar ningún agujerito desprendiendo si cabe más saliva
2._ experimentar soplando y pasando a mucha velocidad las manos y dedos por los agujeritos, fundamentalmente no tapando el de atrás que era el que aseguraba que saliera una escala decente. Mi teoría es que las raices del chill out en España hay que buscarlos en esta etapa y gracias a no tapar el agujero de atrás de a flauta
3._ desmontar la flauta , y empezar a soplar por detrás , aspirar en vez de soplar o cosas parecidas para acabar rasgando la funda naranja y tirando el conjunto junto al belén.
El gran fracaso de la flauta dulce sin embargo no hay que buscarlo en la nula sensibilidad musical delos niños hispanos sino en lo equivocado del repertorio: Primer mes, la escala y como derivación de la misma la canción de sonrisas y lágrimas, que te aseguraba el estrellato ante abuelas y padres el día de Nochebuena; el segundo mes una nana conocida popularmente como la ‘Mimi Sol’ por las notas con las que comenzaba. Esta es la canción de cuna de Schubert, muy aburrida, y que tenía una segunda parte donde aparecían complicaciones con cambios rápidos de dedos y destape del dedos alternativos que la hacían inviable para el común de los infantes españoles. Esta fue la parte en la que muchos pasamos a la etapa de desmontaje de la flauta.
Por último, si hay una canción paradigmática de la flauta dulce en España, esta es el villancico conocido como ‘El tamborilero’. Este villancico aseguraba media gala de Navidad en los colegios españoles: vestías a la mitad del colegio de pastores, les dabas la flauta y a freir a los padres del resto de alumnos con el villancico de marras. Obviamente, la afinación de una clase de 4º de EGB , cada uno con su flauta y la boina del abuelo del pueblo para asegurar el disfraz de pastor, era parecida a la de la banda de cornetas de la legión.
Después de la gala y la actuación estelar en las cenas familiares de Navidad , la flauta comenzaba su lenta retirada hasta la desaparición en el fondo de algún cajón… Y así acaba la historia de las flautas españolas y mi sentido homenaje a esa flauta que lleva 24 años en el cajón de mi casa junto a los prismáticos comprados en Ceuta.